La vida es el espacio donde la
poesía de Rodolfo Alonso tiene lugar. "Tú confirmas la vida con tu
voz" escribió en su primer libro. La vida confirmada en la voz es para
Alonso la voz poética. "La gran vida" es el título de un poema de su
segundo libro. La gran vida es para Alonso esa suplementariedad, esa
exageración de lo vivido que se halla en los hechos transfigurados en el poema.
"La vida no da más de lo que se le pide" escribió en el tercero. Y lo
que Rodolfo Alonso le pide a la vida es el poema. Escribió otro libro llamado
Señora Vida y tituló su antología española de 1952 a 2008: La vida entera. No
me parece un lugar común ni una casualidad. La noción de vida lleva el poema de
Alonso al acontecimiento. Aquello que acontece, lo que está pendiente del
tiempo, se transforma, por vía poética, en un acontecimiento. Por eso su poesía
produce un curioso efecto: los poemas parecen a la vez un artefacto, es decir,
un objeto más agregado al mundo donde el artificio es ostensible -es decir, se
halla alejado de la vida- y a la vez tienen el aire casual de aquello que
simula un jirón del mundo, un fragmento dicho al pasar, como si fuera un diario
-lo periódico, la circunstancia elevada a una categoría epifánica-. La vida es
lo que acontece y como tal se transforma en una presencia insoslayable que el
poeta, de pronto, ve. Allí donde la historia ejecuta, el poema, en tanto
posterioridad, no situado en la actualidad sino en el "después" que
se vuelve el "aún" ("Auschwitz, aún"), allí el poema redime
en su decir los hechos traumáticos. Lo hace como una traducción de la vida en
epifanía, palabra encontrada, recién hecha, común y al mismo tiempo atesorada:
tesoro pendiente, don pendiente de ser descubierto al abrir como por azar un
libro de poemas, cualquier página de Poemas pendientes, poemas que dependen de
nosotros mismos para ser de nuevo, como una tarea en común. Por eso ante la
poesía pendiente, como Alonso predica de Arlt, hay que ocuparse. "Ocúpense
de la poesía", dice Rodolfo Alonso: es decir, ocupémonos de nosotros
mismos.
© LA GACETA
No hay comentarios:
Publicar un comentario