26.4.14

RODOLFO ALONSO EN LA FERIA DEL LIBRO

 
 
 
Especialmente invitado, Rodolfo Alonso participará en dos actividades de la Feria del Libro.
        
El domingo 4 de mayo, a las 20,30, compartirá con los escritores mexicanos Michael Antonio Del Toro y Julio Trujillo la mesa redonda sobre “Octavio Paz, poeta”. Coordina: Celina Manzoni. Organiza el Consejo Nacional para las Artes y la Cultura de México. Sala: Roberto Arlt.
        
Y el viernes 9 de mayo, a las 20,30, formará parte del encuentro en homenaje a Juan Gelman, junto con Jacques Ancet, Jorge Boccanera y Daniel Freidemberg. Coordina: Alberto Diaz. Organiza la Fundación El Libro. Sala: Alfonsina Storni.
 
 

24.4.14

HOMENAJE FRATERNAL A JUAN GELMAN


 

 

El jueves 8 de mayo, a las 19, en la sala “Augusto R. Cortazar” de la Biblioteca Nacional, Agüero 2502, CABA, dos poetas y grandes amigos de Juan Gelman le rinden sentido y fraternal homenaje.

Jacques Ancet, su traductor al francés, leerá su largo poema “La lumière et les cendres / Milonga pour Juan Gelman”, escrito entre el 13 y el 30 de enero de 2014. Y Rodolfo Alonso leerá su traducción de dicho poema: “Las cenizas y la luz / Milonga para Juan Gelman”, efectuada casi simultáneamente.

Ambos se referirán, además, a esa circunstancia y a sus recuerdos y valoraciones del gran poeta fallecido el 14 de enero.

En la oportunidad, Alción Editora presentará su edición bilingüe de “Las cenizas y la luz / Milonga para Juan Gelman”, de Jacques Ancet, con traducción y prólogo de Rodolfo Alonso.

Entrada libre y gratuita.

 

HOMENAJE FRATERNAL A JUAN GELMAN

 

El jueves 8 de mayo, a las 19, en la sala “Augusto R. Cortazar” de la Biblioteca Nacional, Agüero 2502, CABA, dos poetas y grandes amigos de Juan Gelman le rinden sentido y fraternal homenaje.

Jacques Ancet, su traductor al francés, leerá su largo poema “La lumière et les cendres / Milonga pour Juan Gelman”, escrito entre el 13 y el 30 de enero de 2014. Y Rodolfo Alonso leerá su traducción de dicho poema: “Las cenizas y la luz / Milonga para Juan Gelman”, efectuada casi simultáneamente.

Ambos se referirán, además, a esa circunstancia y a sus recuerdos y valoraciones del gran poeta fallecido el 14 de enero.

En la oportunidad, Alción Editora presentará su edición bilingüe de “Las cenizas y la luz / Milonga para Juan Gelman”, de Jacques Ancet, con traducción y prólogo de Rodolfo Alonso.

Entrada libre y gratuita.

 

23.4.14

Con Shakespeare, 450 años después


 

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Miércoles, 23 de abril de 2014
Opinión

Con Shakespeare, 450 años después

Por Rodolfo Alonso * 
La única fecha cierta, documentada, es la de su bautismo, el 26 de abril de 1564. Hay quienes la prefieren ubicar tres días antes, para forzarla quizás a coincidir con la de su muerte, un 23 de abril pero de 1616. Por su lado, la tradición afirma que en aquellos tiempos se acostumbraba bautizar a los niños dentro de la semana posterior a haberlos dado a luz. Podemos por lo tanto estar seguros de que en la última semana de abril de 2014 se conmemorarán 450 años de la entrada en el mundo del más ilustre poeta de la lengua inglesa, el bardo, el indeleble y justicieramente universal Cisne de Avon.
“Hay hombres que son océanos”, dijo de él Victor Hugo. ¿Qué más puede hoy decir uno, ya, de William Shakespeare? Una sola de sus muchas obras de teatro hubiera sido más que suficiente para otorgarle la inmortalidad que puede caber en el corazón de los hombres. (Y, lo que es tantas veces más difícil, para justificarla.)
Pero no sólo derramó su talento, su sensibilidad y su devoción por la belleza, siempre crispada por lo esencialmente humano, en decenas de tragedias y aun comedias que siguen vivas siglo tras siglo sobre los escenarios del mundo entero (el mismo globo es su escenario, como lo fue en vida su Teatro del Globo, milagrosamente reconstruido a orillas del Támesis), sino que también nos dejó sus Sonetos.
Esos providenciales textos-océano de misterioso origen, de aventurada vida –tan unida a la suya propia, a su propia existencia—, que se salvaron milagrosamente de más de una airada tentativa de destruirlos y que nos permiten conocer aún ahora, más que nada, como nadie, el encendido corazón mismo del hombre que seguimos llamando Willian Shakespeare, del gran poeta encarnado en su lengua libre, fértil y rica.

Un soneto de Shakespeare 
Avido Tiempo, mella las garras del león.
Y haz que la tierra trague su propia dulce cría;
Arranca agudos dientes de las fauces del tigre
Feroz, e incendia al fénix longevo en su sangre;
Que sea la época alegre o triste mientras fluyes,
Y haz todo lo que quieras, Tiempo de pies ligeros,
Al vasto mundo y a sus dulzuras que marchitan;
Pero yo te prohíbo el crimen más horrible:
¡Oh! que tus horas no ajen la clara frente amada
Ni traces allí líneas con tu antigua pluma;
A ella en tu curso intacta llegar a ser concédele
Modelo de belleza para hombres del futuro.
Viejo Tiempo, encarnízate: a pesar de tu agravio
En mis versos por siempre mi amor vivirá joven. 
(Versión de Rodolfo Alonso) 
* Poeta, traductor, ensayista.
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15.4.14

Alcón, vivo en la poesía



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Martes, 15 de abril de 2014
Opinión

Alcón, vivo en la poesía

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Por Rodolfo Alonso *
Acaba de dejarnos. Con la misma discreción y la misma dignidad con que vivió. No sé si la banalidad y la estridencia permiten hoy calibrar cabalmente la entera personalidad de Alfredo Alcón. Los timbres y los matices de su voz, junto con la calidez y calidad de su presencia, no eran los únicos en sostener su dignidad estética, nunca bastardeada. Y que siempre se dio en él, como en los auténticos artistas, con una conciencia ética, impregnada de humanismo, y que le surgía de manera espontánea, natural, sin preconceptos y sin dogmas.
Si algo pudiera dar testimonio cabal de ello, siento que fue su decidida, delicada y total entrega a la mejor poesía. A pesar de su modestia innata, logró filtrarse aquella vez en que, reiterando en Mar del Plata su ejemplar espectáculo exclusivamente dirigido, como haría con otros, a la poesía de Lorca (que como toda gran poesía, exige un marco de silencio), Alcón lo suspendió indignado por los ruidos que le impedían cumplir con su hondo respeto hacia el poema.
Y yo mismo puedo dar testimonio de ello. Como ya había empezado a ocurrirme, cuando me descubrí adolescente poeta y traductor sin habérmelo propuesto, también sin experiencia periodística y contestando un simple aviso, la editorial Abril me convirtió en el subdirector a cargo de la dirección de su revista Claudia. Que, originalmente dirigida a la mujer moderna, algo del todo
inusual en esos tiempos, logré orientar además hacia objetivos artísticos y culturales, con lo cual su público (¡de cientos de miles de ejemplares!) se amplió hasta incluir a toda la familia.
En 1964, la editorial incorpora algo nuevo: discos flexibles. Y como promoción, decide incluirlos en la revista. De los primeros, me encargan seleccionar uno sobre “El amor en la poesía”, que iba a leer Alfredo Alcón. Así me tocó el privilegio no sólo de conocerlo personalmente, sino de hacerlo mucho más a fondo, porque el trabajo de grabación se fue haciendo cada vez más extendido y más intenso, ya que Alfredo respetaba tanto la poesía que nunca le bastaba una sola, sino que pedía reiterarlas hasta encontrar su tono, su preciso timbre.
Asistí emocionado a la forma tesonera y respetuosa con que la voz de Alfredo Alcón iba encarnando, temblorosa, tocante, la altura de los grandes poetas que mi juventud había reunido a tal efecto. Comenzaba por los clásicos: Catulo, el arábigo-andaluz Umar Ben Umar, un anónimo del Romancero español, Garcilaso, Quevedo, de cuyo inmortal soneto “Amor constante más allá de la muerte” Alfredo quiso realizar numerosas versiones, cosa que aún me asombra luminosamente por tanto como implica.
Y a partir de Rubén Darío, de César Vallejo y de Neruda, seguimos con otros grandes modernos, muchos casi desconocidos por entonces, como era el caso de Macedonio Fernández, o de Ricardo Güiraldes como poeta, para seguir con los preclaros españoles Pedro Salinas y Miguel Hernández. Así como con mis propias traducciones de Fernando Pessoa, Paul Eluard, Jacques Prévert. Para cerrar con una límpida copla popular argentina.
Pero ése no había sido nuestro único encuentro. Poco antes, en 1961, cuando maduraba el “nuevo cine argentino”, que sólo iba a decapitar la dictadura de Onganía, Alfredo fue uno de los tres actores que, realmente por amor al arte, sin el menor rédito, aceptaron leer mi texto casi poético para Faena, el más que documental sobre el matadero dirigido por Humberto Ríos, entonces muy premiado y que hasta hoy se estudia en las escuelas de cine. Por suerte, aún se lo encuentra en ellas.
Y para quienes quieran darse el enorme gusto de escuchar “El amor en la poesía”, aquella grabación se conserva en la Audiovideoteca de Escritores de la Ciudad de Buenos Aires. Así como muchos de nosotros guardaremos, como poesía lograda, como poema vivo, la voz y la presencia de nuestro grande y querido Alfredo Alcón.
* Poeta, traductor, ensayista.
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11.4.14

Presentación de libros







MARTES, 8 DE ABRIL DE 2014
LITERATURA › RODOLFO ALONSO PRESENTARA HOY LA REEDICION DE ENTRE DIENTES Y DOS TRADUCCIONES

“La poesía es algo que me sobrepasa”

“Toda gran poesía es un ser soberano
y autónomo, de lenguaje vivo, orgánico”,
dice Alonso.
El encuentro de hoy a las 19, en la Biblioteca Nacional, será una oportunidad para homenajear la intensa trayectoria de este poeta y traductor. “La poesía me ocurre, jamás me senté a escribir un poema con esa intención previa”, asegura.




 Por Silvina Friera
“Qué sería/ la vida/ sin música...” Los versos finales de “Yuyo brujo” pueden iluminar el principio existencial del poeta y traductor Rodolfo Alonso. Entonces, cuando escribió este poema que integra Entre dientes, reeditado por Alción junto con sus traducciones de Leda y otros poemas, de Paul Eluard, y Poesía alemana de posguerra (1945-1966), de Paul Celan, Günter Grass y otros –en colaboración con Klaus Dieter Vervuert–, tenía poco más de 20 años y ya era el más joven de los poetas de la legendaria revista de vanguardia Poesía Buenos Aires. La presentación de estos tres libros en compañía de Daniel Freidemberg, hoy a las 19 en la Biblioteca Nacional (Agüero 2052), será la oportunidad para homenajear su intensa trayectoria. “Si resultara un homenaje, sería el primero en sorprenderme. Lo siento más como una celebración. Una celebración de la poesía a través de uno de sus instrumentos posibles: toda una vida que se descubrió dedicada a ella espontáneamente, sin habérmelo propuesto, en creación, traducción y reflexión”, aclara el poeta a Página/12. “Sigo coincidiendo con lo que puntualizó José Pedroni: ‘La gloria es un verso recordado’. Incluso, y quizás especialmente, cuando ya ni se recuerda el nombre de su autor. Y por supuesto, sin que éste haya tenido nada que ver en el asunto. Ya lo sabía bien Paul Valéry: ‘La más grande gloria imaginable es una gloria que permanecerá siempre ignorada por aquel que la obtiene’. O, mejor aún: ‘La gloria debe obtenerse como sub-producto...”

–¿Cuál es el primer recuerdo que tiene en el que está escribiendo un poema?

–La poesía me ocurre, jamás me senté a escribir un poema con esa intención previa. Que yo recuerde, mi primera vez fue en plena infancia, entre los 13 y 14 años. Un día de lluvia, circunstancia que aún me sigue conmoviendo, creando como un aura donde me siento más íntimo y fraterno. Y ya concentrada en pocas líneas, como me iba a ocurrir toda la vida. Aunque parezca increíble, las recuerdo: “Largos cuchillos de acero/ rasgan un paño ceniza.// Lejos, el horizonte agoniza...”.

–¿Qué era para ese adolescente la poesía? ¿Qué cambia con los años?

–Es algo que me sobrepasa, que me excede. Un llamado que no se puede desoír. Y de que viene tanto de adentro como afuera. De la vida personal, secreta, interna, y también de la vida con los otros, social, histórica, que nos envuelve. Y casi siempre al mismo tiempo. No suele presentarse de la misma manera. Pero es como un don. Un don de oído, un don de lenguas. Que desencadenan los hechos más diversos, aunque también en gran medida recurrentes. Y que se asoma en algún ritmo, en algún timbre, hasta en un juego de palabras. Algo inefable, y que sólo llegué mucho más tarde a aludir como una experiencia de vida y de lenguaje. Algo quiere nacer y busca su forma. No una forma retórica sino más bien la de un organismo verbal que quiere ser, de palabra encarnada. Que es de uno y de todos, fraternidad y exigencia, ambigüedad y precisión. Pero siempre tembloroso, latente, limpiamente ofrecido, sin propósito de seducir o convencer. Y extrañamente, o en realidad honradamente, sigo sintiéndome el mismo que al comienzo. Siempre fui así, siempre iba a ser así.
Mucha poesía corre por el río vital de Alonso desde que publicó Salud o nada en 1954. Ese “llamado que no se puede desoír” persiste y se renueva luego de más de sesenta años de creación ininterrumpida en las vertientes de la poesía, la traducción y el ensayo. Ha publicado poemarios como Buenos vientos (1956), El músico en la máquina (1958), Hablar claro (1964), Señora vida (1979), Jazmín del país (1988), El arte de callar (2003) o Poemas pendientes (2006) para consignar apenas un puñado de títulos; ensayos como La palabra insaciable (1992) y República de viento (2007), entre muchísimos otros; y ha traducido del francés, italiano y portugués a Fernando Pessoa, Cesare Pavese, Giuseppe Ungaretti, Paul Eluard, Marguerite Duras, Eugenio Montale, Carlos Drummond de Andrade, Jacques Prévert, Pier Paolo Pasolini, Charles Baudelaire y Manuel Bandeira, entre tantos otros. “Tiembla/ copa/ en tu sabor/ hay años/ magias/ días futuros/ tiembla conmigo/ abrasa/ calienta el corazón/ del mundo”, se lee en “El poeta busca trabajo”, otro de los poemas de su primera juventud incluido en Entre dientes, publicado por primera vez en 1963. ¿Será la poesía lo que está siempre “entre dientes”? “Nunca me sentí en condiciones de definir nada con respecto a todo esto. Insisto: la poesía me ocurre. Y eso incluye a los títulos”, advierte Alonso. En un comentario publicado en 1965, H.A. Murena planteaba: “El título, Entre dientes, es en sí la acertada definición de una estética. Entre dientes no se pueden decir más que pocas palabras: los dientes son un filtro que, a la vez que impide la cuestionable fluidez del discurso habitual, brinda en vocablos contados –cuyo poder expresivo se multiplica proporcionalmente a la disminución de su número– la esencia del discurso”.

–¿Qué implica “traducir un poema”? ¿Es reescribir a Eluard o los poetas alemanes para intentar preservar algo del ritmo o del sonido original?

–Nadie vive en estado de diccionario. Toda gran poesía, todo poema logrado, hecho carne en su idioma, es un ser soberano y autónomo, de lenguaje vivo, orgánico. Intentar transferirlo a otra lengua será siempre utópico. Pero también irreprimible. De los muchos problemas que plantea una versión honesta: sonido, sentido, ritmo, acentos, tono, densidad, timbre, medida, y rima si la hubiere, no todos pueden ser resueltos. Hubo poetas bilingües –lo soy y nunca pude– incapaces de transportarse con vida de una a otra de sus lenguas. Y hubo también escasas versiones que nos suenan mejores que el modelo. En mi caso actual, hay situaciones diferentes. Una cosa es traducir Eluard, un gran poeta que amo y me embebe desde mi adolescencia, uno de los más extraordinarios líricos de la lengua francesa, absolutamente original. Y otra muy distinta es la Poesía alemana de posguerra, que un joven germano, Klaus Vervuert, vino especialmente a proponerme, en 1966, sin saber yo alemán. Y que resultó una experiencia única de trabajo en equipo. Algo muy poco usual.

–¿Cómo ha impactado la traducción en su escritura?

–Me gustaría saberlo, en serio. Me gustaría ser capaz de explicitarlo, de transmitirlo. Lo mismo que con los grandes poetas, o los grandes poemas, o los hallazgos de la canción popular o del lenguaje cotidiano, con los que uno se nutrió instintivamente. La traducción, después de todo, ¿no es una forma de lectura más profunda, más personal, más empática?

–¿Está por publicar algún nuevo libro de poemas?

–Sí, mucho me temo que volveré a incurrir en libro. Con los últimos años se fueron reuniendo, por su cuenta, sin proyecto previo, un conjunto de poemas a los que siento en gran medida como poesía de circunstancias, ese placer perdido. Aún está en gestación, pero ya falta poco. Ultimamente he sentido la necesidad de denominarlos no poemas sino música de circunstancias. El título, que desde hace tiempo se sostiene, será muy probablemente A flor de labios.